Aunque el nombre de Valeria es de resonancia latina, las huellas de su ocupación se hunden en el calcólitico, como los demuestran los numerosos útiles líticos aparecidos en su territorio.
De la Edad de Bronce contamos también con numerosos elementos, algunos de los cuales se encuentran expuestos actualmente en el Museo de Cuenca, como puñales, puntas de flecha, una punta de lanza etc.
Durante la Edad de Hierro es probable que estuviese ocupado por los Olcades, un pueblo que nos sería desconocido a no ser porque los autores de la antiguedad se refirieron a él. Relatan Tito Livio y Polibio el paso de Aníbal en el 221 y 220 a. C., y como arrasaron su capital, Althia, y dispersaron y traspasaron al norte de África a sus habitantes. Para algunos autores, Althia, o Cartala, que por ambos nombres es conocida la ciudad, podría ser la Valeria prerromana. El espacio dejado por los Olcades pudo ser ocupado por los celtíberos en expasión. No mucho tiempo después, en el 179 a.C., fue el pretor Tiberio Sempronio Graco, quien conquistó este territorio para Roma. Repartió tierras entre sus ocupantes pero, finalmente, ser produjeron levantamientos generalizados ante la presión romana, que condujeron a la llegada del procónsul Cayo Valerio Flaco, que sofocó las revueltas y organizó la administración del territorio, refundando hacia el 90 a.C. una ciudad a la que dió su nombre: Valeria.
La administración del territorio en época imperial tuvo su continuidad en época visigoda, con la existencia de la diócesis Valeriense. Tenemos conocimiento de la sede valeriense por la asistencia de sus obispos a los concilios toledanos.
En época musulmana Valeria, Balira, perdió importancia en beneficio de Cuenca, ciudad que conquistó Alfonso VIII en 1177 y, como hemos de suponer, Valeria inmediatamente después. El alfoz de Cuenca no era sino el heredero directo del territurium valeriense. Lo mismo ocurrirá cuando por bula del papa Lucio III firmada en Velletri en 1182, la sede episcopal valeriense desaparezca con la creación de la nueva diócesis de Cuenca.
No obstante, Valeria continuaba siendo un lugar privilegiado por su situación, enclavada como estaba en un corredor que comunicaba el sureste peninsular con el Valle del Duero y del Ebro, estableciéndose aquí el pago del portazgo.
Su importancia como lugar de paso no decayó nunca, por eso, cuando en el siglo XVI la corona vende la población a Fernando de Alarcón, el concejo de Cuenca se queja por haber perdido la oportunidad de recuperar un lugar que era el paso directo hacia la Mancha.
Era hijo de Hernando de Alarcón, personaje importante por su participación en las guerras de Flandes e Italia y custodio del emperador francés Francisco I y de Juana de Nápoles.
Fernando de Alcarcón, cuyos restos reposan en la iglesia parroquial, dotó al templo con importantes relicarios, ropas, ornamentos etec. muchos de los cuales pueden ser vistos todavía en el Museo Parroquial.
(Estos rasgos generales se encuentran un poco más desarrollados en las pestañas relacionadas con la edad correspondiente)