El territorio dependiente de Valeria fue conquistado para Roma por el pretor Tiberio Sempronio Graco en el año 179 a.C. Tras varios acontecimientos de violencia, el procónsul Cayo Valerio Flaco, una vez que sofocó las revueltas hacia el año 90 a.C., y con el fin de organizar administrativamente el territorio, refundó la ciudad a la que díó su nombre: Valeria.
Ptolomeo la adscribió a los pueblos celtíberos, y por Plinio, así como por numerosos textos epigráficos, sabemos que era una ciudad de Derecho Latino Viejo, concedido probablemente por Augusto hacia el año 24 a.C. También por Plinio sabemos de su pertenencia al Convento Jurídico Cartaginense.
Aunque ya desde mediados del siglo I a. C. la población se fue romanizando poco a poco dotándose de infraestructuras administrativas con las que organizar y dirigir la ciudad y el territorio la época de mayor desarrollo se produjo con la concesión del IUS LATII, antes mencionado, por Augusto.
Esto hizo hizo que la ciudad se reordenara y se monumentalizara de acuerdo al nuevo status y a la categoría adquirida. Sus ciudadanos pudieron promocionarse fuera del ámbito local y alcanzar puestos importantes en la administración del Imperio.
El siglo II tuvo poco movimiento comenzándose a ver hacia el final del mismo cierta decadencia que se hizo patente en el siglo III.
Se abandonaron poco a poco los edicios públicos aprovechándose como viviendas y la ciudad dejó de ser lo que fue.
Quedó asolada por numerosos incendios pero nunca quedó deshabitada.
Con la desaparición del Estado Romano y la llegada de los visigodos mantuvo su hegemonía pero ya no logró desempeñar el papel que tuvo con Roma.
LAPIDARIUM
Un lapidarium es un lugar en el que se depositan piedras encontradas, restos de estatuas, fragmentos de edificaciones...
En Valeria el lapidarium se encuentra dentro de la ciudad romana, en la ermita de Santa Catalina, constituyendo sus restos deshilvanados un importante testimonio del pasado. El único de este tipo en
la región.
Gracias a ellos conocemos a los valerienses que nos precedieron hace dos mil años: Los poderosos Marco Fabio Flavino, Aelia Tranquila o Lucio Gratio Rufino entre muchos otros.
Pero también los humildes Cecilio, hijo de Senecio; o Marco Cecilio Aviola, que falleció con veinte años, los mismos que al morir tenía Eugenia, una criada tan apreciada que sus amos Prímulo y
Metrodora quisieron que quedara su recuerdo.
Visitar el lapidarium valeriense es vivir el pasado. VALERIA. Julian Torrecillas