Vegetación de la hoz del río Gritos. F. Mateo
Hace 20 millones de años, en un clima cálido y húmedo parecido al tropical, el relieve fue arrasado, al ser decapitados los anticlinales y, con el material resultante, rellenados los sinclinales. De este modo se formó una vasta llanura que conocemos como ‘superficie de erosión’.
Sobre esta superficie plana comenzaron a errar los ríos hace unos 3 millones de años, produciendo tajos cada vez más profundos hasta formar las hoces, tan características del paisaje serrano.
En las paredes de los cañones podemos ver la historia geológica del lugar, pero también la de los hombres. Las hoces han sido lugares privilegiados, con agua, con tierras cultivables, espacios enormemente atractivos por los que los animales y los hombres han discurrido salvando las alturas, o buscando puntos estratégicos en los que asentarse.
Por eso, no es extraño que en ellas se encuentren restos desde, al menos, el calcolítico. Pero siendo la época romana el momento de más prosperidad para Valeria, sus restos se encuentran a cada paso. Un paseo por la hoz nos descubrirá las canteras de las que la ciudad se surtió de piedra durante siglos, cuevas formadas por la extracción continuada de arena, un puente romano, un miliario –el hito que marcaba las millas en las calzadas- restos de conducciones de agua, etc.
También son destacables los restos etnográficos, como los molinos de agua que se encuentran arruinados después de más de cuatrocientos años de funcionamiento, un batán, una calera, etc.
A lo largo del recorrido se encuentran también numerosas especies animales y vegetales. Entre las primeras podemos ver chovas piquirrojas, aviones roqueros, halcones, cernícalos, águilas, buitres, alimoches, búhos reales, zorros, ginetas, tejones etc. Todos ellos gozan de protección.
Entre las plantas se encuentran las aulagas, salvia, endrinos, majuelos, romeros, melmeces, sauco, árboles de ribera y una amplia variedad de especies rupícolas que prosperan en las paredes rocosas o en los techos de las cuevas.